Nunca he entendido bien lo de la Coca-cola. Quizá sea porque
desde pequeña el gas me hacía cosquillas en la nariz o quizá era ese color
desagradable que no sé a qué me recuerda. Pero lo cierto es que esta bebida
gaseosa sabe venderse. Hemos visto cómo limpia clavos oxidados y oído a miles
de médicos que tiene cuatro cucharadas de azúcar por vaso. Sus aditivos, la
cafeína… si alguien piensa un poco parece que lo tiene todo en contra para ser
un producto estrella, sin embargo, ahí está, entre las tres marcas que mejor se
veían en 2013. Acompañando a los elementos adictivos siempre ha estado la
publicidad: osos polares amorosos, Always Coke y demás merecen menciones por
ser anuncios bien recordados y que han gustado. Y en un momento en que la
publicidad en general parece un poco estancada aparecen las latas con tu
nombre. Los psicólogos dicen que nada como oír pronunciar tu nombre como para
sentirte bien así que supongo que lo que pasa es que hay gente muy inteligente
detrás de Coca-cola haciendo campañas que le permiten seguir en los primeros
puestos y, bueno, mucha gente a la que enganchan.