Hace unos años se hablaba de un microchip que nos
implantaríamos unos milímetros por debajo de la piel y serviría para dar datos
de donde estábamos y muchos nos escandalizábamos de que eso pudiera ser
posible. Se ha demostrado que no hace falta ese microchip, cada día la gran
mayoría de ciudadanos lleva un teléfono móvil en su bolsillo dando datos sobre
su posición y lo que no es su posición. Meter Internet en el móvil no solo
sirve para que las eléctricas ganen millones porque cargamos nuestros celulares
todos los días, sino que es la panacea para los estudios de marketing. A
alguien se le ocurrió la estupenda idea de crear las redes sociales donde, cada
uno voluntariamente, anuncia su edad, con quién se relaciona, sus hábitos…
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo hemos llegado a tener esa necesidad de
hacer fotos de allá donde vamos y subirlas a la red de redes? Misterios del
marketing y las nuevas formas de lavar el cerebro.