No para todos los Grandes documentales de La 2 sirven para
conciliar el sueño después de comer, también hay quien, en mayor o menor
medida, les echa un ojo de cuando en cuando. Es mi caso y, gracias a eso me he
dado cuenta de una creciente tendencia que me ha llamado mucho la atención. De
alguna forma, también llega el amarillismo a los documentales de animales. Por
un lado, y esto no es solo idea mía, ya hay muchas asociaciones de animales que
se quejan de ello: se habla de los animales como si fueran personas, como si
tuvieran sentimientos para enganchar al espectador con el lagrimeo cuando el
pequeño Simba pierde a su mamá. Pero, por otro, cada vez más los cámaras; las
personas que graban los documentales se convierten en protagonistas. Ya no vale
solo grabar al oso, sino que se reitera en como esta persona, cámara en mano,
ha forjado una amistad con el oso Alfonso que marcará la vida de los dos para
siempre. Nunca imaginé que el Aquí hay tomate expandiría de tal forma sus
fronteras…